martes, 18 de septiembre de 2018

3° AÑO: Breve historia de la formación del Estado uruguayo.

El Uruguay anterior a su descubrimiento por los españoles en 1516, estaba poblado por unos pocos millares de indígenas a los que el conquistador europeo llamó charrúas, minuanes, bohanes, guenoas, yaros, chanaes y guaraníes; pueblos que también se extendían por los vecinos Argentina y Brasil. (...) La llegada de los europeos y del ganado vacuno y caballar que estos abandonaron a comienzos del siglo XVII en territorio uruguayo, modificaron el hábitat, la demografía y las costumbres de esos indígenas. Convertidos en diestros jinetes cazadores de vacas, terminaron diezmados por la viruela y la persecución del hombre blanco por cuanto su cultura los torno hostiles a las formas de trabajo que trajo el conquistador español.

(...) La Banda Oriental, designación que los españoles dieron al territorio uruguayo, fue una región de colonización tardía, contemporánea sobre todo de la España de los Borbones en el siglo XVIII. Se pobló por tres motivos fundamentales: la calidad de su pradera natural combinada con la multiplicación del ganado abandonado por los españoles en sus llanuras; las ventajas de Montevideo como único puerto natural del Río de la Plata; y la condición de territorio fronterizo en permanente disputa entre las coronas de España y Portugal.

(...) La pradera natural y el ganado vacuno y caballar sin dueño ganaron la estancia - predio dedicado a la ganadería y productor de vacunos - y el estanciero, la figura dominante del medio rural. Hacia 1700-1800 aparecieron los saladeros que convertían a parte de la carne vacuna de esas estancias en tasajo. Este era carne salada, dura y magra, por lo que la consumían al comienzo sólo los esclavos de Cuba y Brasil. (...) Aunque en 1832 incorporaron la máquina de vapor para producir grasas, la elaboración del tasajo sólo requería la habilidad manual del gaucho enlazador del ganado casi salvaje y la diestra artesanía de los peones (...). Por el puerto de Montevideo se comerciaba legalmente con España y Buenos Aires (desde 1779), e ilegalmente con el Brasil portugués y las naves europeas que arribaban "forzosamente" a sus playas.

La Banda Oriental formaba parte del Virreinato de Buenos Aires desde su creación en 1776 y una importante zona adyacente lo integraba como Gobernación. (...) Existían tensiones. La autoridad española impedía a los estancieros la libre venta de sus cueros a los comerciantes ingleses y portugueses, y demasiado a menudo los amenazaba con cobrarles las tierras que detentaban. Así lo hizo, por ejemplo en agosto de 1810, meses antes del estallido de la Revolución por la Independencia en febrero de 1811. A comerciantes y ganaderos molestaba la sujeción a las autoridades políticas, judiciales y mercantiles (Virrey, Real Audiencia y Tribunal del Consulado), residentes en la vecina, competidora y envidiada ciudad de Buenos Aires. 

Los gauchos e indios odiaban todas las medidas que provenían del Cabildo de Montevideo o de su Gobernador en procura de la contención del contrabando, la persecución de los "vagos", o la expulsión de los pequeños terratenientes de las grandes estancias. Este último punto había generado resentimientos fuertes. Los pioneros ocupaban los campos, sujetaban a rodeo el ganado abandonado y bravío, construían ranchos y corrales, combatían las incursiones de portugueses y la indiada sobre sus tierras. Y cuando la región se tornaba habitable, aparecía el favorito de Gobernadores y Virreyes, o el rico comerciante bonaerense o montevideano que había comprado esas tierras y lograba una orden de expulsión de los pioneros. Todo el Uruguay se había colonizado así en cuatro o cinco oleadas sucesivas de pioneros que luego habían sido declarados "intrusos" por la autoridad colonial.

Todos estos resentimientos internos y externos (contra España y Buenos Aires), estallaron en 1811, cuando se aflojaron los lazos del control colonial ante la invasión francesa a la metrópoli. Este año el interior se sublevó contra la autoridad española residente en Montevideo. Dirigía la Revolución un capitán criollo del ejército: José Artigas.

La Revolución en un principio acató la autoridad de la Junta de Mayo en Buenos Aires, pero las diferencias políticas, económicas y sociales pronto separaron a los "orientales" de los "porteños". En 1813 el Congreso de Abril proclamó los principios políticos de la Revolución: independencia de España; organización de un vasto Estado, confederado primero y federado después, con todas las regiones del ex-virreinato de Buenos Aires; democracia y república. La capital debía estar fuera de Buenos Aires.

En setiembre de 1815, Artigas dictó un Reglamento que repartió las inmensas posesiones de los enemigos de la Revolución, "malos europeos y peores americanos", entre los mas infelices", siendo preferidos los indios, negros libres y "criollos pobres". A cada uno se le entregaría una estancia mediana para la época con la obligación de construir un rancho, dos corrales y sujetar el ganado de rodeo. La aplicación del reglamento fue en parte detenida por la invasión europea de 1816 que luego reseñaremos, pero las confiscaciones de grandes estancias que precedieron a los repartos abonaron el odio que hacia Artigas y sus seguidores comenzó a sentir la vieja clase alta del período colonial.

De 1811 a 1814 los orientales lucharon contra España procurando con el auxilio bonaerense ocupar Montevideo. Pero en enero de 1814, Artigas decidió que el objetivo de la Revolución no podía ser sustituir un "despotismo español", por otro, el bonaerense, y dejó solas a las tropas de Buenos Aires frente a Montevideo. Esta cayó en poder de los porteños en junio. Artigas hizo entonces la guerra a Buenos Aires, auxiliado por las provincias ribereñas del Uruguay y del Paraná, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, seducidas por las ideas federales. La lucha fue desde entonces entre los federales, que eran también republicanos, y los bonaerenses que eran además de centralistas, monárquicos. En 1815, con la victoria de Guayabos, Artigas logró que los porteños devolvieran Montevideo a los orientales, y ese año pudo gobernar todo el país.

De 1816 a 1820 debió enfrentar la invasión de la monarquía portuguesa asentada en Río de Janeiro. Los lusitanos, deseosos de ocupar el territorio oriental que desde temprano disputaron a España, también invadieron por el temor a que el sur del Brasil se contagiara de los principios republicanos y federales. El invasor portugués contó con el beneplácito de Buenos Aires y terminó con derrotar a Artigas en 1820.

El país, arruinado su comercio y su ganadería por nueves años de permanente guerra revolucionaria, quedó en manos portuguesas primero (1820-1822) y brasileñas después (1822-1825). Una porción importante de las clases altas colaboró con el invasor. Este, representado por un hábil general portugués, Carlos Federico Lecor, prometió el orden y la devolución de sus propiedades a los confiscados por Artigas. En 1821, un congreso de orientales colaboradores votó la incorporación de la ahora llamada Provincia Cisplatina al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves.

Las autoridades brasileñas, empero, concluyeron por desilusionar a las clases altas e irritar a los demás sectores sociales. Renació con facilidad el sentimiento antilusitano, fuerte en una población de origen español que venía combatiendo los avances portugueses desde el siglo XVII. Los criollos vieron poco a poco como el invasor portugués prefería a los lusitanos en los repartos de tierras y en las concesiones comerciales. El sostenimiento del ejército de ocupación era gravoso. El autoritarismo de Lecor impidió el menor asomo de autogobierno, ni siquiera cuando la Constitución brasileña de 1824 empezó a regir.

En abril de 1825 se inició la segunda etapa de la Revolución cuando 33 orientales- número y nacionalidad un tanto míticos- invadieron el país y en pocos meses sublevaron todo el medio rural contra los brasileños que siguieron ocupando Montevideo. Luego de las victorias de Rincón y Sarandí, el gobierno de Buenos Aires apoyó oficialmente a los orientales y entró en guerra con el Brasil a fines de 1825. 

La nueva Revolución oriental fue encabezada por Juan A. Lavalleja, un caudillo rural, y rápidamente se plegó a ella su par, Fructuoso Rivera. Sus objetivos eran más modestos que los de Artigas. Si éste quiso la federación y el igualitarismo social, además de la independencia del dominio extranjero, Lavalleja y Rivera se conformaron con liberarnos del Brasil y dejaron confuso, tal vez exprofeso, el carácter de las futuras relaciones de los orientales con Buenos Aires así como la solución del problema de la tierra. El 25 de agosto de 1825 la Sala de Representantes de la Provincia Oriental declaró en primer lugar la independencia absoluta del país, y luego su unión a las demás provincias.

La guerra con el Brasil culminó con la victoria no decisiva de Ituzaingó en febrero de 1827. Desde meses antes mediaba Gran Bretaña en el conflicto a través de su enviado, Lord Pomsomby. La guerra perturbaba gravemente el comercio inglés con la Argentina debido al bloqueo brasileño del puerto de Buenos Aires. Además, pero sólo en segundo plano, a Gran Bretaña le interesaba fomentar la independencia de un pequeño Estado sobre el Río de la Plata que impidiera que las dos orillas fueran argentinas. De tal modo ese río, puerta de entrada al principal sistema hidrográfico navegable de América del Sur, se internacionalizaría y el comercio inglés no podría ser obstaculizado por una Argentina fuerte.

En 1830 una Asamblea electa aprobó la Constitución del nuevo país, llamado oficialmente, "Estado Oriental del Uruguay". El régimen jurídico aseguraba, en apariencia, el orden interno inspirándose en modelos europeos y norteamericanos. El nuevo Estado sería republicano y garantizaría los derechos individuales mediante la separación clásica de los tres poderes. El derecho del sufragio se impedía a los analfabetos, peones, sirvientes y vagos, la mayoría de la población. En principio, una minoría acomodada elegiría a diputados y senadores que permanecerían 3 y 6 años, respectivamente, en sus funciones. Estos a su vez, y cada 4 años, designarían al Presidente de la República que no podría ser reelecto, sino una vez transcurrido un período de gobierno. Esta Constitución rigió los destinos del Uruguay hasta 1919. (...)

FUENTE: https://www.rau.edu.uy/. "El Uruguay indígena y español" y "El Uruguay pastoril y caudillesco en la primera mitad del siglo XIX". Documentos elaborados por José Pedro Barrán.